viernes, 5 de junio de 2020

Santuario de la Virgen de la Cueva "Ques / Piloña" (Asturias).



El Santuario de la Virgen de la Cueva es un lugar de culto católico y que se encuentra en la parroquia de Ques, a unos 2 kilómetros de Infiesto, concejo de Piloña, en la zona central de Asturias.

Este santuario tiene la pecularidad de que es la orografía y no la mano del hombre la que lo ha construido. Una cueva natural bajo una roca muy estratificada, con los estratos ganando altura de derecha a izquierda, dan cobijo a la Virgen de la Cueva y a las capillas que se fueron construyendo posteriormente. La imagen es una talla policromada de cedro del siglo XVlll, cubierta con un antiguo manto bordado, de unos 45 centímetros de altura. La virgen tiene grabada en el pecho una "V", que algunos interpretan como la inicial de "Villanueva" por repetición en otras tallas similares. En 1985 fue restaurada por Juan José García Castañedo.
Este santuario, muy peculiar por su forma, está situado debajo de una enorme roca plana e inclinada hacia arriba, de atrás hacia adelante y de derecha a izquierda, a modo de visera. Se halla en el lugar llamado Ques, al que se llega tomando desde Infiesto la carretera AS-254 en dirección a Campo de Caso, en el kilómetro 1. En este punto está perfectamente indicada la dirección a tomar para llegar a él, aunque desde la carretera ya es visible.

Numerosos personajes célebres han pasado por este santuario para rendir culto a la Virgen. Uno de ellos fue la reina Isabel ll con el príncipe de Asturias, acompañados de San Antonio María Claret, que iban de paso hacia Covadonga y de cuya visita se puso una lápida como recuerdo. Fue el 27 de agosto de 1858. En el santuario se celebra anualmente la ofrenda del "festival de la avellana" que tiene lugar en esta villa.



Según aparece en las crónicas, a finales del siglo XVlll y en el actual emplazamiento del Santuario hubo tres ermitas: una dedicada a la Virgen del Carmen y la del Cristo juntas en el lateral izquierdo del macizo rocoso sobresaliente. La segunda, en honor a San José, y la tercera, dedicada a la Virgen de la Concepción, ambas integradas en la parte derecha de la roca.
El "refugio de peregrinos" estaba a la izquierda, detrás de las capillas o ermitas, rematando contra la roca detrás se encontraba la "Casa de la Capellanía". El "Hospitalario de Peregrinos" se hallaba a la derecha. Junto a la capilla de San José y de la Virgen de la Cueva.
A mitad del siglo XlX desapareció la Cofradía de Nuestra Señora de la Cueva y al no haber quien cuidase de este conjunto, quedó totalmente abandonado hasta comienzos del siglo XX que fue cuando empezaron las obras de reconstrucción y que dan un nuevo aspecto al Santuario.
Frente al Santuario y al otro lado del río la Marca hay una gran explanada muy bien acondicionada para acoger a gran cantidad de peregrinos, para la celebración de fiestas populares, etc. e incluso dispone de un complejo polideportivo con piscina, canchas de tenis y otras instalaciones menores. Esta explanada es conocida como "Campo de los Romeros".



Historia:

Los primeros datos, generalmente legendarios, suelen ser los que mas antigüedad tienen, y este es el caso del santuario de la Virgen de la Cueva. En la primera leyenda de la que se tiene conocimiento, el principal personaje es un noble portugués, prometido o esposo según las versiones de una dama asturiana, si bien la tradición no asegura nada. La época de los hechos no es fácil asegurarla con cierta exactitud, pero puede corresponder al segundo período feudal, poco después de construirse la monarquía castellana. El legendario noble portugués viene a pelear contra los moros bajo las banderas de Castilla, por lo que parece muy probable que el monarca castellano fuese su señor. De esta forma, la época de la leyenda puede situarse anterior a la concesión a Enrique de Borgoña del Condado de Lusitania, o sea, entre los siglos X y Xl.
La leyenda es la siguiente: En aquella época, vivía en la zona piloñesa el señor de Lodeña, hombre piadoso y valiente. Se le apareció en sueños la Virgen María con otra forma a la que veía en la iglesia y ante su sorpresa, contestó la virgen diciéndole que la imagen con la que veía se la había dado ella a un monje muy santo y ascético, que vivía en las proximidades haciendo muchas y duras penitencias y que ella deseaba que a esa imagen se le diese culto. Al despertar, el señor de la torre de Lodeña, para asegurarse de la verdad o no de aquel sueño, pues de ser verdadero, debía de agradecer a la Virgen el favor que le había concedido, emprendió sus investigaciones, que vio satisfechas, puesto que, al pasar un día cerca de una caverna, creyó escuchar algo parecido a lloros y gemidos, y entrando en ella, encontró lo que buscaba.
La caverna de la peña formaba una gran cueva, con la entrada cubierta de maleza, espinos y rosales silvestres. en el fondo de ella y en un hueco tosco horadado en la piedra, vio el señor de la Torre de Lodeña la misma imagen que se le había aparecido en sueños y a u  hombre postrado en tierra, vestido con un pobre sayal, demacrado y entristecido por las penitencias y la soledad. Reconoció enseguida en el anacoreta a su amigo, el noble y valiente guerrero portugués, que en otra época había visto pelear, a su lado, bajo las banderas de Rey de Castilla.
La historia del anacoreta la conoció el señor de la Torre de Lodeña enseguida. Hace algunos años, el noble portugués había dejado su tierra para pelear en el ejército castellano contra los árabes. El noble portugués venía en las huestes de un conde que tenía su castillo en las proximidades de Zamora, donde había dejado a su hija, la enamorada del noble portugués, con la que debía casar al finalizar aquella campaña. Terminada ésta, volvieron el caballero y el conde a sus tierras de Zamora, y pronto vieron los torreones del castillo condal. La enseña condal no flameaba al aire, nadie salió a su encuentro y el castillo parecía como deshabitado. Al poco de penetrar en el castillo, se enteraron de que la hija del conde se encontraba en plena agonía, falleciendo al poco tiempo. Cuando enterraron a la bella dama, el caballero portugués salió solo, en su caballo hacia tierras de Castilla.
Y desde entonces se dedicó a una vida de meditación, oración y penitencia en el fondo de la cueva, transformándose poco a poco de audaz guerrero en hombre de sacrificio y oración. Una noche se le apareció la Virgen dejándole una imagen suya para que la tuviese físicamente ante sí lo que tan deseosamente buscaba con los ojos del alma.
Cuando su vida se agotaba y la Virgen que había colocado en una oquedad de la cueva iba a quedar abandonada, para que no ocurriese esto, la Virgen María, tal como ya sabemos, se apareció al señor de la Torre de Lodeña. Este buen caballero, después de enterrar a su amigo, promovió ardorosamente el culto a la Virgen María, aumentándolo después la devoción a ella por los milagros que se realizaron en los fieles por intercusión de la Santísima Virgen que allí se venera, pasando a ser conocida como la Virgen de la Cueva. El primer registro histórico acerca del origen del santuario data del siglo XVl.











Fuente: Wikipedia.

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